Del extrañamiento, de la ausencia de la presencia

(edición de la fotografía original tomada en casa de mamá Rosita por mi hermano Mauricio Parra)


Hace 8 días, recibimos la noticia de que Rosita ya estaba muy mal. 

Semanas antes, antes de viajar a Chile, mi papá y mi mamá fueron a verla, mi mamá cuenta que la vieron tan malita que no nos compartieron fotos. Creo que de cierta forma se despidieron de ella en ese momento. En esos días, hablamos con mi mamá y mis hermanos sobre lo que yo haría cuando fuera a Bogotá y siempre conté que aprovecharía desde el día de llegada para ir al hogar, tanto así que mi mamá me dejó en la casa chapineruna la camisa protectora y los zapatones, para ir a visitar a Rosita. 

El sábado fuí a Xochi, y en el Zócalo me dio por acercarme a unas personas que vendían artesanías al lado del Palacio Municipal. Me encontré unas artesanas indígenas vendiendo unas guadalupanas hechas con cortezas de semillas y hojas de maíz. Cada que me encontraba una bonita artesanía que representaba una virgen o un símbolo religioso, compraba el recuerdito para llevarle a Rosita y alimentar su colección. Compré dos guadalupanas, una para la casa chapineruna y otra para Rosita. 

Hace 8 días, recibimos la noticia de que Rosita ya estaba muy mal. 

Apenas el domingo en la mañana estábamos despidiendo a Bianca. Andi se cargó la cajita donde había muerto la gata y se la llevó a la montaña, y allá en un lugar silencioso, donde nadie la iba a molestar, enterró a la flaquita. 14 años estuvo Bianca con la familia. La flaquita llegó a mi gracias al viaje a Francia de una compañera. #Unagotadetigre se volvió mi dueña y fue mi polo a tierra ante la locura que viví, estando sola con ella, preparando el #4F de 2008. Se volvió perro y jugaba con pelotas de papel por el pasillo y las traía en la boca y las ponía encima del teclado para que se las tirara y distraerme la mente. Cuando tuve que regresar a casa chapineruna se convirtió en reina y señora, y los muebles y las cortinas tienen sus huellas. Cuando llegó Angus, alias Twitto, apareció su hermano de carreras y en el par de celos que tuvo antes de que la operara adoptó unas bolitas de felpa, de un juguete de Soffi, y las cargaba por toda la casa como sus niños que no llegaron. Andi el sábado nos puso en videollamada con la gata, estábamos desde Chile y desde México despidiéndonos de la flaca, acompañándola en su casa para que transitara al arco iris. Cuando Mauro se conectó y habló, Bianca se levantó de la cama, se movió más, pero finalmente Andi tuvo que volverla a acostar. Durante 14 años mi dueña, #unagotadetigre, siempre estaba en casa cuando yo regresaba. La próxima vez que vaya a Bogotá, Bianca no va a estar.

Hace 8 días, recibimos la noticia de que Rosita ya estaba muy mal. 

El martes cuando Mauro llegó al hogar a verla nos conectamos en llamada de audio para que Rosita nos escuchara. Pato, mi pa y mi ma desde Chile; Paula desde su casa en el EDOMEX y yo aquí en #CasaVerdeRose en el pueblito desde México; Andi desde casa chapineruna. Mauro solo la veía en ese momento, luego hablamos sobre por qué yo no había hecho llamada de video - siento que para mi hija, para mi hermana y para mí, quería aún proteger esa última forma en que la vimos-. Por algo más de una hora le hablamos a Rosita. Solo le dábamos gracias, le pedíamos descansar, le pedíamos desprenderse y transitar. Le hablamos, creyendo firmemente en que algo de ella escuchaba nuestras voces y nos sentía. En que algo de ella nos iba a hacer caso. En que algo de ella nos entendía. El miércoles Andi estuvo en la reunión con el médico del hogar y pudo ver a Rosita, hablarle y despedirse. Pasadas las 7:00 pm Rosita transitó, en calma, en el hogar, se desprendió de su cuerpo y descansó. Transitó. 

Llevo 8 días pensando en el significado de la ausencia. No se si es tal cual pensando en el significado de la muerte, sino en el significado del ya no estar. 

Como Parra Lozano, como grupo familiar, el adiós de Rosita es la primera muerte tan íntima, tan puramente cercana, que nos atravesó a todas y a todos. Mi abuela materna falleció hace más de 27 años y no vivimos con ella pero estuvimos un mes antes de su muerte con ella y la vimos y vió a todo su nieterio cachaco. Fallecieron luego dos tios y un primo por parte de mi mamá y por parte de mi papá un tío abuelo, el hermano menor de Rosita, y un primo. 

Como Parra Lozano, como grupo familiar, el extrañamiento más cercano que tuvimos fue despedir a Jimbo en Enero de 2018. Mi sobrino, el golden retriever de Pato, estuvo en casa desde 2005. Yo lo crié en un 'paro laboral' y fue literal el nietO y sobrinO mayor, mi muñeco, el león perruno en casa, el gordo. Andi y Mauro tuvieron que hacerse cargo también de despedirlo. Mi ma y mi pa estaban en Chile en ese momento. Volver a casa chapineruna luego de que se fue, era pensarlo en sus lugares, sentir su pelo aún volando por la casa, el pelo perdido en las esquinas o pegado aún en las patas de algunos muebles. 

Hace 8 días, recibimos la noticia de que Rosita ya estaba muy mal. Y llevamos una semana como Parra Lozano recorriéndonos en recuerdos con Rosita, viendo fotos y videos, acordándonos de momentos y detalles. Toda una vida. Toda la vida. Nos criamos con Rosita, hasta mi hija se crió con Rosita. 

Desde que me vine a México, mi única fecha sagrada para viajar a Colombia era el 1 de Mayo al cumpleaños de Rosita. No viajé al grado de Paula (nivel de mamá descuidada), no he viajado a una navidad nunca... que pecao que hoy lo hablamos con mi mamá, ni a un cumpleaños de mi ma, ni día de la madre, ni día del padre, ni cumpleaños de mi pa. "mis hijos siempre han tenido presente el día de cumpleaños de su abuela y siempre estaban ahí"... Mamá, que pecaito con sumercé... pero si, ir cada año por el cumpleaños de Rosita era mi forma de celebrar su vida, de agradecer su existencia. 

Cada que viajaba por trabajo o por #lañoñada a Colombia dejaba días reservados para estar con Rosita, o mi papá hacia de cómplice y la traía a la casa chapineruna para que se quedara ahí y así me le arrunchaba mientras trabajaba, aunque me peleara un buen por estar pegada al computador. 

En febrero del año pasado fue la última vez que la ví. Mauro, con ella en el carro, pasó a recogerme cuando llegamos de Cachipay luego del retiro de la oficina. A los días pasamos a verla con Soffi, antes de viajar juntas a Mex. 

Cuando comenzó la pandemia, y regresé a Soffi a casa, mi cabeza se reventó entre la angustia y la ansiedad que me generó la distancia y el no estar en Bogotá con ella, con mi ma y con mi pa para protegerles de lo desconocido o para cuidarnos de lo desconocido. Que Colombia cerrara el aeropuerto y ver que se acercaba la fecha del cumple de Rosita y no había anuncio de abrir vuelos de nuevo me rompió desde adentro, a tal punto que el 10 de mayo decidí que saldría de la #CDMX y fue así como luego terminé en el pueblito, con el cuerpo y la cabeza reventados por la angustia... en fin que aquí vine a sanarme y eso me hizo preparar un poco para ahorita. 

Al cumple de Rosita este año tampoco podría viajar, ella tenía la vacuna pero yo no, y además estaba sin trabajo y colgándome de cositas por todo lado para mantenerme y mantenerme en modo 'zen' 'en camino de sanación'. Hice un video de celebración en la ausencia de mi presencia, en las ausencias de las presencias, reflexionando sobre lo realmente importante... quizá estaba empezando a despedirme pero aún seguía esperando volvernos a abrazar. 



Hace 8 días, recibimos la noticia de que Rosita ya estaba muy mal. 
Y el miércoles Rosita decidió transitar. 
Y en estos días nos hemos hablado con la tía y los tíos y nos hemos conversado con las primas; hemos pasado los días con mi mamá, mi papá, mi hermana y mis hermanos, compartiéndonos recuerdos y simbolismos, acordándonos de momentos, agradeciendo su vida y la nuestra, agradeciendo las decisiones tomadas y con la amorosidad más profunda perdonándonos y perdonando, para que los hubiera que suelen rondar tanto en momentos como este no sean nuestro centro de conversación. 

Una hija y tres hijos. 
14, entre nietas y nietos. 
15, entre bisnietas y bisnietos (más una bisnieta en camino). 
Una herencia que quedó de Rosita para el mundo. 
Pero yo sigo pensando en qué significa el extrañamiento, 
cómo se siente la ausencia de la presencia. 

Hace 8 días, recibimos la noticia de que Rosita ya estaba muy mal. 
Y el miércoles Rosita decidió transitar. 
Y desde entonces sigo agradeciendo inmenso el que mi papá y mi mamá nos hayan permitido crecer en experiencias vividas y que nunca se hayan centrado en las posesiones físicas. Recordar cuando vendíamos bolsas puerta a puerta en el Olaya, en el Centenario y en el Restrepo. O que celebrar con un pollo de Distraco era un lujo para los cumpleaños. Ruby y Gerardo nos llenaron de experiencias desde todos sus sacrificios y eso nos ha permitido estar ahora en escenarios tan diferentes que nos han permitido abrazarnos desde las distancias, sin lejanías, hablarle a Bianca y a Rosita con el amor de la cercanía, de la crianza, de los cuidados. Sabernos en la vivencia de la 'amorosidad' de los caminos con los que hemos crecido, que nos han criado, que nos han hecho estar en el lugar en el que estamos, ser lo que somos, hacer lo que hemos hecho. 

No sé cómo afrontaré la ausencia de tu presencia la próxima vez que llegue a Bogotá mamá Rosita. 
Estas noches me he dormido cruzando las manos como cuando te las tomaba en la casa, o en la iglesia. 
No sé cómo afrontaré la ausencia de tu presencia la próxima vez que llegue a Bogotá Rosita. 
Se que me dolerá también mucho estar en casa chapineruna sin mi dueña, #unagotadetigre que sin importar las despedidas siempre me perdonaba y se me arrunchaba encima. 

Gracias a la vida que apenas a esta edad estoy conociendo el extrañamiento, 
entendiendo cómo se siente la ausencia de la presencia. 

Hasta siempre y en la eternidad Rosita donde no existen las ausencias y los extrañamientos 
donde siempre nos sentiremos en nuestra presencia. 
En el arcoiris nos encontraremos #Bianca. Gracias flaquita por elegirme para ser mi dueña y ser  #unagotadetigre en casa chapineruna de la familia Parra Lozano.

Aprendiendo a aceptar el extrañamiento, 
aprendiendo a aceptar la ausencia de la presencia. 
Aquí ando en camino. 

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